El viento tiene un eco extraño de pulsaciones atolondradas.
La noche cubre con manto de oro y celestial algarabía las estrellas y la luna que se consumé en el delirio arrebatador que impone la primavera.

Hay sombras que se retuercen en los pasillos del cielo, han descubierto la luna llena y enloquecen por salir a jugar con las estrellas. Se extiende en el horizonte una alfombra de plata tejida con hilvanes de escarcha. Las puertas han sido abiertas, los ángeles bailan entre las nubes, cantan entre las liras y las trompetas que retumban en la noche adornada por siluetas.

Ecos dormidos de carcajadas solitarias, el sabor perdido de besos apasionados.
En el polvo aun están marcadas las huellas secretas de tu aroma desgastado entre el tiempo. Las palabras se las ha llevado el viento, tu alma diáfana envejece sin consuelo. Y no hablas, solo aniquilas con tus ojos, con tu presencia, con tu aroma y tú silencio.

La noche amortigua los sentimientos. Pero sentí otra vez como arañabas mi alma con tus besos, como despojabas mi corazón con el roce de tu cuerpo, como temblaba mi mundo cuando me dejabas y te ibas en silencio.

La noche ciega aparecía otra vez con la luna llena, estrellas que se postraban como flores de azucenas, y el cielo, el cielo lleno de un vacío innegable y esplendor bello.
Una palabra congelo la sangre, escalofrió los ángeles y callo el viento.


~Vane
April/2006